martes, 30 de junio de 2009

lunes, 29 de junio de 2009

FESTIVIDAD DEL SEÑOR DE MURUHUAY

EL SEÑOR DE MURUHUAY
Como no podía ser de otra manera está concluyendo una de las festividades más importantes del centro del país, se trata del homenaje y adoración al Señor de Muruhuay en el distrito de Acobamba, provincia de Tarma, región Junín. Este singular acontecimiento va más allá de lo estrictamente religioso y tiene una connotación social pues durante los meses de mayo y junio miles de peregrinos visitan el santuario cuyo halo místico cautiva a propios y extraños, pues desde que arriban a Tarma, hacen un recorrido deleitándose con la belleza bucólica de la campiña tarmeña orlada con hermosas flores multicolores de incomparable fragancia; ya en Acobamba se puede apreciar la idiosincracia lugareña pues sus pobladores evidencian su convicción religiosa que sintoniza muy bien con la arquitectura del lugar bien cuidada y limpia.
A pocos minutos, se llega a Muruhuay y rápidamente se constata un ambiente festivo en tanto los hornos de pachamanca humeantes convocan a deleitar el paladar degustando una sabrosa pachamanca al estilo acobambino, los carros van y vienen incesantemente pues hay gente que llega y otros que se van. Las orquestan compiten entre sí tratando de demostrar su supremacía mientras que imponentes cuadrillas de chonguinos bailan de manera acompasada y cadenciosa provocando la admiración de los concurrentes, sus trajes multicolores, sus movimientos armoniosos denotan su preparación anticipada, los chutos van delante bailando con sorna y picardía, de pronto el deleite musical se interrumpe con el tañer de las campanas del santuario y los cohetes de manera estentórea anuncian la procesión, pues ha concluido la misa y los fieles y devotos acompañan al mayordomo en el recorrido procesional en el perímetro del templo mientras una banda de músicos interpretan música sacra coincidiendo con el olor a incienso, quienes cargan el anda del Cristo de las Rocas lo hacen con una profunda convicción religiosa como si estuvieran en trance.
En el interior del templo no cabe una persona más pues está totalmente atestado de devotos mientras una cola serpenteante avanza lentamente y las personas pugnan por llegar hasta la imagen del Cristo crucificado en la roca, lo hacen portando velas y ramos de flores, así como también agua bendita, allí renuevan su fe en el Cristo milagroso que acoge a todos los peregrinos que concurren de los lugares más distantes, cada quien tiene algo que ofrendar y qué pedir, algunos con el rostro compungido lloran arrodillados implorando la bendición del Señor de Muruhuay.
Afuera, sigue la música y el baile, el mayordomo y sus alferes bajan del santuario bailando y portando el guión dirigen un séquito de amigos y parientes que comparten la festividad, van cuadrillando bailando bajo los acordes de una imponente banda de músicos y haciendo el típico "caipin cruz" para mitigar el cansancio, luego continúan bailando hasta llegar al lugar donde van a degustar la sabrosa pachamanca.